cinema paradiso interpretado por Esteban Morgado cuarteto

lunes, 27 de febrero de 2012





          Estos tipos cantan, creo, con mala intención…como si quisieran perpetuarse en nuestros recuerdos…¡¡claro!! que hacen  el honor de concurrir al mundo de los sonidos recogiendo lo que está por allí, en el aire, para agregarle las letras que les dicta el alma…ahí están, embelesándonos sus canciones…nos invitan a participar desde nuestras “entrañas” con aquellas vibraciones que asumen el mismo compás, la misma melodía y nos trasladan, quizá, a los mismos lugares que ellos imaginan…la comunión entre el sonido y la emoción, un  lugar común buscado por todos…la belleza que hace lo suyo dentro de cada uno de nosotros por el milagro de la música …



  
      ¿Como dejarlo pasar ?..Estoy tan cerca de ti amigo, que tengo tu angustia y la mía…las llevo conmigo porque puedo y quiero…desde siempre, cuando me es posible y tu sabes que es bastante tiempo el que comparto…me arrimo, porque aunque me haga mal  tengo la certeza de que entre la lágrima y la carcajada, hay un limite muy pequeño y cada una de ellas, son emociones que se justifican bien…trasladarse hacia esos limites en un mundo en que todo transcurre demasiado rápido, hace que tenga algo de sabor…puedo dedicarte párrafos enteros de como tu carácter o tus obsesiones dominan  terrenos que se acercan al peligroso “mundo de lo oscuro”…a un paso de convertirse en “canalla”, es la  advertencia de nuestro amigo Dostoievski (Fiodor), de situarnos tan cerca de iluminar nuestra parte tortuosa…sin embargo ¿quien quiere renegar de emprender ese sinuoso camino con tanta curiosidad por satisfacer? sabemos los dos que el precio es muy alto pero rara vez el temor hace que vayamos hacia atrás…aquí va iluminando caminos el que posee la antorcha…una historia cantada con una melodía donde rebalsa el ritmo de la incomprensión…un rock and roll durísimo que se empeña en tener varios riff que salpican acidez…¿que más? ¿donde esta la poesía? ¿Acaso ella  se apodera, incluso de nosotros, cuando intenta trazar el puente entre la nada y la emoción?
        El abismo de la indiferencia navega alrededor nuestro para tender una trampa tan dolorosa como una traición…


II

          El jefe de máquinas prusiano nunca se había acercado allí abajo…se lo conocía por impregnarse en cantidades importantes de alcoholes a lo largo y ancho de toda su humanidad. Por supuesto, ocupaba el volumen de una talla mastodónica…cuerpo pesado la del prusiano, aún más, cuando en el aire que lo envolvía -se volatilizaba muy rápido o de inmediato- se sentía ese olor característico de los borrachos…yo aprendí a bajar las escaleras deslizándome por los caños de la baranda…era muy rápido…doce metros de ida hasta el piso de la sala de máquinas que de esa manera se convertían en un lapso de pocos segundos…el prusiano apareció al inicio de la escalera, luego de la cuarta semana que yo ya le dedicaba -de a doce horas diarias- a ese lugar tan especial del barco…estaba a muchos metros de altura pero el mastodónico daba una impresión muy llamativa, supuse que se quedaría ahí arriba, por eso le di la espalda y seguí aceitando…luego, escuche un ruido seco entre tanta biela, pistón, cilindro y explosión de ese motor de dos tiempos…parece que el hombre intentó hacerlo como a mi me había enseñado mi relevo y en los doce metros habría acumulado tantos golpes de los que podrían haber sido mortales, que la caída, supongo, fue interminable…el cuerpo mastodónico había desaparecido de arriba, entonces, caminé hacia la escalera…ahí estaba, sangrando, sin un gemido, boca abajo…lo di vuelta, acto seguido reconocí mi error…llamé al primer oficial, a ver si podía venir urgente…


           Es totalmente cierto, desde cualquier nube algodonosa puede saltar una escupida, sentirla pegajosa y tibia aún. Tal vez, “el viajero incansable”  para limpiarse la boca del aburrimiento, entre tanto cielo limpio y su transporte blando e inmaculado, ensució el aire sin medir las consecuencias. Ahí va el  gesto, el que se eleva, que desde abajo con mucha bronca lanzó el damnificado… todavía, la mancha del “gargajo” en su campera queda como un medallón en el pecho.




        Camino a la montaña donde domina la nieve y el silencio, ahí vamos…mi amigo Tito, caprichosamente, me sumerge en la guitarra y las letras de León. Estamos en el pueblo donde, si anochece, es posible que el frío nos apriete y nos obligue a buscar alguna “espirituosa” como para entibiarnos por dentro. La expectativa en el medio de la aridez es nula pero tener tiempo para gastar, es muy placentero. El único bar cobija a tres parroquianos que interrumpen el silencio con el choque de las bolas del billar. Primero, la buscamos y fue en la plaza principal que nuestro diálogo parecía enmascarar todos los sonidos. Despegamos del “casco céntrico”, como dos cuadras en total y encaramos la ruta, hacia el espacio natural. Los primeros relieves de la precordillera empezaban a asomarse tímidamente en el llano –como las tetitas de una “preta” adolescente. Un cielo purísimo nos cubría como una sabana azul-celeste bien planchada. Un atleta trotaba hacia la bajada y nosotros, sus espectadores, lo vimos regresar. Hacer “dedo” era la consigna para llegar a una ciudad más importante, cuando la tarde parece desvanecerse, una especie de bruma envuelve los pequeños cerros oscuros. La brisa fuerte y helada da la vuelta a nuestro alrededor, silva como si fuera a recordarnos algo…las voces nuestras van llenando espacios, las canciones cargan nuestros oídos. Algunos autos que son de este lugar dan vuelta a la rotonda tratando de ver la curiosidad que somos nosotros. A poco está el cartel que es terminante, “fin de zona urbanizada”. El “culo” del mundo se dibuja como lo que es, éste pequeño montículo (bien redondito) en el medio de la nada con la cinta asfáltica de la ruta cruzándole una “raya” que proporciona ambos “glúteos” y nuestro espíritu de vagancia intacto, nos hace regresar a la terminal, los próximos micros serán bien tarde, cosa de que allí, en éste lugar ignoto casi, le dediquemos parte de nuestras vidas por el resto del día. Una carcajada plena va inundando nuestros rostros. “La realidad duerme sola en un entierro…”–dice León (Gieco) y el tiempo en que sin querer se pinta con el contraste de colores. En el que el diálogo intimista nos acerca derramando sonrisas, el fluir de aire en los pulmones exige un suspiro. Mientras, sola, la palabra va en busca de la belleza porque todo lo demás es impecable…




                       Tengo la sospecha de que una canción puede más que un cañón.
              Más aún, que nuestras voces conjugadas en esta envolvente melodía pueden                        concentrar tanto como una explosión de enorme energía.
                         El fabricante de sueños escurre su angustia con una simple sonrisa.
              Ahí llegó con su mapa de ilusiones y un frasco de embriagadas emociones para invitarnos a la aventura de la vida.

Entonces, concurre la vida hacia nosotros.
En un “chiste” se propaga la causa mayor.
Tiene el dibujante un motivo: la alegría.
Con mano experta recorre cada gesto
y desde el fondo de su cuerpo,
 nace la figura del humor.
Con un vaso cargado de bebida transparente reparte la cuota de esperanza.
¿Será el agua que en nombre de la frescura ira mojando a todo aquello que suspira?

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