cinema paradiso interpretado por Esteban Morgado cuarteto

viernes, 16 de marzo de 2012


Voy repasando el tiempo para que no se olvide de mí.
Traduce el viento un canto que me aproxima a la paz.
Nos visita hoy la Cándida Esperanza para saborearla.
Se atraviesa entre los aromas esa parte tuya que delata una emoción pura.
Una mano festiva recorre el sinuoso camino de tu perfil.
Con el impulso de mis latidos se expande tu aliento.
Está cerca de subyugarme esa, tu mirada intensa
Salgo de mí para estar dentro de ti y fluir en ti.
De entre todos los colores reconozco tu voz.
En el puente ya extendido se rozan nuestras manos.
Devuelvo con un gesto, como respuesta a tanta dulzura,
estos ojos cargados de lágrimas que te acarician con ternura.


III

            Al mastodonte prusiano lo bajaron en el puerto de Bruselas o Hamburgo –no recuerdo bien- con varios parches en la cara, mucha cinta adhesiva para sostenerle los huesos en distintas partes, en camilla y utilizando el guinche… sí (jaja) el guinche…claro…duro el tipo.
           Luego, pasada mi semana de descanso, tuve que incorporarme y me encontré con el jefe nuevo. Un filipino chiquitito. Parecía un experto en lo suyo…
          Entre otros compañeros, durante los viajes, me acercaba en los almuerzos, las cenas o cuando nos tocaba descansos coincidentes a un tal Ayala. Argentino él. Un flaco fibroso que, según decían, había laburado de equilibrista en un circo. Podía entenderse que era cierto porque muchas veces lo he visto sentado en la “silleta”, pintando afuera, arriba en el puente… balanceándose como si nada.
.     Para estar ahí, con el movimiento del barco, hacia falta mucha sangre fría o coraje, no es para cualquiera…no era para mi…Ayala tenía buen carácter. Tranquilo. Una historia con familia incluida. Mujer linda, dos hijos, casa grande y hasta un perro…
          En la mesa de los almuerzos o las cenas, también, había varios alemanes. Estaba el que se encargaba de controlar las cámaras frigoríficas. Un alemán del norte o noruego, nunca supe de donde con precisión… Un loco tan grande como un gorila rubio. De mirada temible, siempre vestía  pantalones shorts y remera  manga corta. En verano o en invierno. Si afuera hacia tres grados y la temperatura del interior de la cámara frigorífica no debía de estar a menos de dieciocho bajo cero, el tipo entraba, se quedaba un buen rato para sorprendernos a todos, por que más de uno, no lo podía creer. A su cuerpo, también, lo inundaba de alcoholes varios, parece que así, no le entraban ni las balas…
           Por maldad o locura de encierro, había alguno que se creía gracioso -flor de hijo de puta- siempre tapaba con trapos las letrinas de los baños “generales”, los que usábamos todos…nunca pude averiguar quien fue…la broma me costó un episodio sangriento…fui al sanitario y semejante espectáculo no era para quedarse a presenciarlo u olerlo…la necesidad hizo que destape la letrina y que después evacue lo que la naturaleza demandaba de mi cuerpo…al salir de allí, en el camino me encontré con el gorila rubio en evidente estado de ebriedad …sin mediar muchas palabras el tipo creyó que yo era el gracioso “tapador de letrinas” y me golpeó a mansalva…se descargó con tanta saña y en un tiempo considerable como para dejarme la cara ensangrentada y coágulos que se desplegaron en toda mi humanidad…
         Tirado en la inmundicia, casi inconsciente, supe que nadie volvería a golpearme de esa manera…me rescataron Ayala y un contramaestre…la vida color de sangre y olor a meo… 



En la brisa, sobrevuela
tu pañuelo perfumado,
dejando que embriague
 todo lo que toca.
 Entrecortada la voz,
 pronuncia tu nombre
 y no hay ser viviente
 que no ponga atención.
 Hipnotizado, refriego los ojos.
 Llevo conmigo la imagen
 que despliega tu fulgor.

         El niño de adentro sonríe. El hombre de afuera se angustia. Cuando suena la canción de cuna. Cuando el reloj -despertador tirano- nos recuerda para que se usa. El niño es la poesía con su carcajada contagiosa. También, lo es cuando atraviesa el bosque para descubrirlo.
- Se que tus manitos son las creadoras, pueden tantear la belleza en forma delicada y subsistirá. Ni siquiera podrá resquebrajarse. Desde allí, desde la posición de niño, el hombre multiplicará sus sueños. Tendrá la oportunidad de conservar su candor o solo buscará renegar de su inocencia para creer que trasciende a su propia angustia.


IV

         La llegada a distintos puertos podían ser posibilidades de salir a divertirse en tierra o tener que hacerle mantenimientos varios al motor del barco ya que cambiar aros a los cilindros o algo por el estilo, era cosa común luego de un viaje prolongado. Desde el comienzo, el filipino chiquitito, nuevo “jefe de máquinas”, parecía tener muy buen carácter. Ahí estaba para guiarme, para ayudarme. Hubo un entendimiento inmediato entre nosotros. Laburaba bien  el “petiso” y nos complementábamos.
        De los puertos más recordados, el de Santos y por supuesto, el de Río de Janeiro. Santos era el que más “tocábamos” camino a Europa y allí solo se cargaban algunos contenedores. Al llegar a ese puerto, nos disponíamos -nada más ni nada menos que-  a las mujeres dulces como para después añorarlas y a la música suave, ondulante, casi sofisticada…-“Iso e mesmo do Brasil”…cargar un buen “fumo” para las noches solitarias y tal vez, algo para contrabandear que sea buen negocio. Luego, ya cruzando el Atlántico, Ciudad del Cabo en Sudáfrica… otro de los puertos donde descargábamos “lo mínimo” y también, cargábamos algo para  seguir subiendo hacia Europa.
 - Eu tein saudades de voce…
          Acontece la vida y con un suspiro voy entrecerrando los ojos como para dejar dentro de mí, eternamente, ese instante en que me despego de tu imagen. Ahí va… la sonrisa de gratitud que siento, me recorre desde las entrañas hasta dejarla, al fin, calcada en los labios. ¿Como entender por el lado de los sentimientos? Una voz “femenina” delata el idioma en que se pronuncian todas las emociones. Acentuar las palabras con la riqueza de que en cada una de ellas lo humano queda bien traslúcido. Así es este lugar y sus lugareños, un mundo de sensaciones donde predomina la sensualidad. Ondula en el aire el deseo así como la música que mejor interpretan –absolutamente- cada uno de los seres vivos que pueblan esta tierra bendecida.

V

            Estábamos trabajando con empeño y haciendo lo que debíamos… el hombre se movía con soltura y precisión… yo lo acompañaba, lo complementaba en cada propuesta… el guinche o “malacate” levantaba semejante biela y los dos -él guiándome, yo manejándolo-  desarmamos el primer cilindro con cierta facilidad… extraer los aros, cambiarlos, una rutina que tenía sus vueltas pero que sabíamos como realizarla… le habíamos tomado bien la mano e íbamos por el segundo cilindro… lo ayudé nuevamente a levantar la llave para aflojar la tuerca, todo con el “malacate” o guinche… una llave tan alta como él mismo –ese filipino chiquitito-  así, era todo el trabajo… como si el mundo estuviera habitado por “gulliverts” y nosotros los “gnomos”… hacia mucho que no revisábamos la eslinga del “malacate”, él sabia bien que una vez, elevada la pieza, en este caso el segundo cilindro, nadie podía ponerse ni cerca ni debajo…
           El cilindro, al elevarse se balanceo un poco y él quiso corregirlo, entonces, se corto la eslinga de un lado y al intentar escaparse porque se le venia todo encima, no hizo a tiempo…
-¡¡¡¡Cuidadooo!!!!
           Grité bien fuerte pero eso, creo, lo desconcertó aún más … no pudo correr, quedó aplastado debajo de la pared de un cilindro que pesaba un par de toneladas… ni siquiera pude tocarlo… todo tenia que permanecer sin modificaciones hasta que la policía portuaria investigue y confirme los “hechos”…
           El hombre pequeño, trabajador incansable y experto, de carácter afable, del hablar pausado, ni un quejido, solo el espanto, estaba partido en dos debajo de tanto fierro, en su lecho de sangre… ahí, en el puerto de Ciudad del Cabo …lugar donde encontró la muerte una tibia esperanza…

Hasta que el reflejo me enceguezca
Hasta que se me entibie el último rincón
Hasta que la luz empiece a salir de adentro mío
Hasta que pinte con la magia de colores todos los paisajes
Hasta que la vida repita el milagro cotidiano de cada movimiento
Hasta ese momento, reclamo mi único derecho de pertenecer a este lugar.
No es más que lo que la tenue luz de una estrella provoca en el espacio
No es más que el de traspasarme en otro o mi reflejo en el espejo
No es más que el intento de crecer en el lugar donde te habitan
No es más que perturbar el escenario infinito con mi sombra
No es más que invadirte con el líquido elemento
No es más que empujar como el viento





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