Voy repasando el tiempo para que no se olvide de mí.
Traduce el viento un canto que me aproxima a la paz.
Nos visita hoy la Cándida Esperanza para saborearla.
Se atraviesa entre los aromas esa parte tuya que
delata una emoción pura.
Una mano festiva recorre el sinuoso camino de tu
perfil.
Con el impulso de mis latidos se expande tu aliento.
Está cerca de subyugarme esa, tu mirada intensa
Salgo de mí para estar dentro de ti y fluir en ti.
De entre todos los colores reconozco tu voz.
En el puente ya extendido se rozan nuestras manos.
Devuelvo con un gesto, como respuesta a tanta dulzura,
estos ojos cargados de lágrimas que te acarician con ternura.
estos ojos cargados de lágrimas que te acarician con ternura.
III
Al mastodonte prusiano lo bajaron
en el puerto de Bruselas o Hamburgo –no recuerdo bien- con varios parches en la
cara, mucha cinta adhesiva para sostenerle los huesos en distintas partes, en
camilla y utilizando el guinche… sí (jaja) el guinche…claro…duro el tipo.
Luego, pasada mi semana de descanso,
tuve que incorporarme y me encontré con el jefe nuevo. Un filipino chiquitito.
Parecía un experto en lo suyo…
Entre otros compañeros, durante los viajes, me acercaba en los
almuerzos, las cenas o cuando nos tocaba descansos coincidentes a un tal Ayala.
Argentino él. Un flaco fibroso que, según decían, había laburado de
equilibrista en un circo. Podía entenderse que era cierto porque muchas veces
lo he visto sentado en la “silleta”, pintando afuera, arriba en el puente…
balanceándose como si nada.
.
Para estar ahí, con el movimiento del barco, hacia falta mucha sangre
fría o coraje, no es para cualquiera…no era para mi…Ayala tenía buen carácter.
Tranquilo. Una historia con familia incluida. Mujer linda, dos hijos, casa
grande y hasta un perro…
En la mesa de los almuerzos o
las cenas, también, había varios alemanes. Estaba el que se encargaba de
controlar las cámaras frigoríficas. Un alemán del norte o noruego, nunca supe
de donde con precisión… Un loco tan grande como un gorila rubio. De mirada
temible, siempre vestía pantalones
shorts y remera manga corta. En verano o
en invierno. Si afuera hacia tres grados y la temperatura del interior de la
cámara frigorífica no debía de estar a menos de dieciocho bajo cero, el tipo
entraba, se quedaba un buen rato para sorprendernos a todos, por que más de
uno, no lo podía creer. A su cuerpo, también, lo inundaba de alcoholes varios,
parece que así, no le entraban ni las balas…
Por maldad o locura de encierro,
había alguno que se creía gracioso -flor de hijo de puta- siempre tapaba con
trapos las letrinas de los baños “generales”, los que usábamos todos…nunca pude
averiguar quien fue…la broma me costó un episodio sangriento…fui al sanitario y
semejante espectáculo no era para quedarse a presenciarlo u olerlo…la necesidad
hizo que destape la letrina y que después evacue lo que la naturaleza demandaba
de mi cuerpo…al salir de allí, en el camino me encontré con el gorila rubio en
evidente estado de ebriedad …sin mediar muchas palabras el tipo creyó que yo
era el gracioso “tapador de letrinas” y me golpeó a mansalva…se descargó con
tanta saña y en un tiempo considerable como para dejarme la cara ensangrentada
y coágulos que se desplegaron en toda mi humanidad…
tu
pañuelo perfumado,
dejando
que embriague
todo lo que toca.
Entrecortada la voz,
pronuncia tu nombre
y no hay ser viviente
que no ponga atención.
Hipnotizado, refriego los ojos.
Llevo conmigo la imagen
que despliega tu fulgor.
El niño de adentro sonríe. El hombre de
afuera se angustia. Cuando suena la canción de cuna. Cuando el reloj
-despertador tirano- nos recuerda para que se usa. El niño es la poesía con su
carcajada contagiosa. También, lo es cuando atraviesa el bosque para
descubrirlo.
- Se que tus manitos son las creadoras, pueden tantear
la belleza en forma delicada y subsistirá. Ni siquiera podrá resquebrajarse.
Desde allí, desde la posición de niño, el hombre multiplicará sus sueños.
Tendrá la oportunidad de conservar su candor o solo buscará renegar de su
inocencia para creer que trasciende a su propia angustia.
IV
La
llegada a distintos puertos podían ser posibilidades de salir a divertirse en
tierra o tener que hacerle mantenimientos varios al motor del barco ya que
cambiar aros a los cilindros o algo por el estilo, era cosa común luego de un
viaje prolongado. Desde el comienzo, el filipino chiquitito, nuevo “jefe de
máquinas”, parecía tener muy buen carácter. Ahí estaba para guiarme, para
ayudarme. Hubo un entendimiento inmediato entre nosotros. Laburaba bien el “petiso” y nos complementábamos.
De
los puertos más recordados, el de Santos y por supuesto, el de Río de Janeiro.
Santos era el que más “tocábamos” camino a Europa y allí solo se cargaban
algunos contenedores. Al llegar a ese puerto, nos disponíamos -nada más ni nada
menos que- a las mujeres dulces como
para después añorarlas y a la música suave, ondulante, casi sofisticada…-“Iso e
mesmo do Brasil”…cargar un buen “fumo” para las noches solitarias y tal vez,
algo para contrabandear que sea buen negocio. Luego, ya cruzando el Atlántico,
Ciudad del Cabo en Sudáfrica… otro de los puertos donde descargábamos “lo
mínimo” y también, cargábamos algo para
seguir subiendo hacia Europa.
- Eu tein saudades de voce…
Acontece la vida y con un suspiro voy
entrecerrando los ojos como para dejar dentro de mí, eternamente, ese instante
en que me despego de tu imagen. Ahí va… la sonrisa de gratitud que siento, me
recorre desde las entrañas hasta dejarla, al fin, calcada en los labios. ¿Como
entender por el lado de los sentimientos? Una voz “femenina” delata el idioma
en que se pronuncian todas las emociones. Acentuar las palabras con la riqueza
de que en cada una de ellas lo humano queda bien traslúcido. Así es este lugar
y sus lugareños, un mundo de sensaciones donde predomina la sensualidad. Ondula
en el aire el deseo así como la música que mejor interpretan –absolutamente-
cada uno de los seres vivos que pueblan esta tierra bendecida.
V
Estábamos trabajando con empeño y
haciendo lo que debíamos… el hombre se movía con soltura y precisión… yo lo
acompañaba, lo complementaba en cada propuesta… el guinche o “malacate”
levantaba semejante biela y los dos -él guiándome, yo manejándolo- desarmamos el primer cilindro con cierta
facilidad… extraer los aros, cambiarlos, una rutina que tenía sus vueltas pero
que sabíamos como realizarla… le habíamos tomado bien la mano e íbamos por el
segundo cilindro… lo ayudé nuevamente a levantar la llave para aflojar la
tuerca, todo con el “malacate” o guinche… una llave tan alta como él mismo –ese
filipino chiquitito- así, era todo el
trabajo… como si el mundo estuviera habitado por “gulliverts” y nosotros los
“gnomos”… hacia mucho que no revisábamos la eslinga del “malacate”, él sabia
bien que una vez, elevada la pieza, en este caso el segundo cilindro, nadie podía
ponerse ni cerca ni debajo…
El cilindro, al elevarse se balanceo un
poco y él quiso corregirlo, entonces, se corto la eslinga de un lado y al
intentar escaparse porque se le venia todo encima, no hizo a tiempo…
-¡¡¡¡Cuidadooo!!!!
Grité bien fuerte pero eso, creo, lo
desconcertó aún más … no pudo correr, quedó aplastado debajo de la pared de un
cilindro que pesaba un par de toneladas… ni siquiera pude tocarlo… todo tenia
que permanecer sin modificaciones hasta que la policía portuaria investigue y
confirme los “hechos”…
El hombre pequeño, trabajador
incansable y experto, de carácter afable, del hablar pausado, ni un quejido,
solo el espanto, estaba partido en dos debajo de tanto fierro, en su lecho de
sangre… ahí, en el puerto de Ciudad del Cabo …lugar donde encontró la muerte
una tibia esperanza…
Hasta que el
reflejo me enceguezca
Hasta que se me entibie el último rincón
Hasta que la luz empiece a salir de adentro mío
Hasta que pinte con la magia de colores todos los
paisajes
Hasta que la vida repita el milagro cotidiano de cada
movimiento
Hasta ese momento, reclamo mi único derecho de
pertenecer a este lugar.
No es más que lo que la tenue luz de una estrella
provoca en el espacio
No es más que el de traspasarme en otro o mi reflejo
en el espejo
No es más que el intento de crecer en el lugar donde
te habitan
No es más que perturbar el escenario infinito con mi
sombra
No es más que invadirte con el líquido elemento
No es más que empujar como el viento
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